Legisladores en su burbuja de cristal
Sergio Mejía Cano
Sin generalizar, pero por lo regular muchos de los que ahora son diputados tanto locales como federales, mientras andan en campaña abrazan niños y hasta personas de la tercera edad mostrando una sonrisa que ya una vez en funciones jamás se les vuelve a ver y mucho menos el abrazar ancianos y niños; antes al contrario: muchas de las veces hasta los eluden y evitan por lo regular cualquier clase de contacto con todo tipo de gente.
Queda claro que a muchos de los legisladores (se engloban ambos géneros) les gana la soberbia porque en cuanto asumen su cargo de inmediato se desenmascaran creyéndose de una élite aparte y si andando en campaña buscaban la mano del pueblo elector, ya una vez en funciones si los ven ni los oyen.
Se supone que estamos en una dizque democracia representativa, y que por eso los legisladores ya no preguntan a sus supuestos representados cómo es que quieren que emita su voto para determinada iniciativa de ley o reforma constitucional, aparentemente porque al ser electos como representantes populares el pueblo les otorga la facultad de decidir por esos representados; sin embargo, bueno sería que así fuera y que votaran una iniciativa en congruencia con la satisfacción de sus representados, pero para nada, ya que votan de acuerdo a la línea que les dictan sus dirigentes partidistas y no de acuerdo al beneficio común de sus supuestos representados. Porque lo más natural sería que salieran a recorrer sus distritos electorales para preguntar a sus habitantes cómo es que quieren que emita su voto, así hayan votado por ellos o no, pero sería algo más democrático y no que el dizque representante popular haga ya sea lo que le venga en gana o acatando dictados de la cúpula de su partido.
Pero los legisladores se apartan más cada día de sus representados quizás a que debido al alto salario que perciben de inmediato se envuelven en su burbuja de cristal a tal grado que después temen contaminarse, por lo que es raro que ya una vez en sus cargos vuelvan a darse baños de pueblo a menos que las circunstancias lo ameriten como cuando anda de gira alguno de los mandamases de su partido político o haya que acompañar al gobernador en turno a algún evento en donde se vuelven a colocar su máscara amistosa con la mueca de campaña que ya utilizaron alguna vez.
Y es tanto el engaño a sí mismos que se dan infinidad de legisladores tanto locales como federales, que muchos de ellos se llegan a sentir la mamá de los pollitos creyéndose por encima de sus representados y de la sociedad en su conjunto, pues se sienten con tales influencias debido al mentado fuero que está muy fuera de lugar, que hasta se sienten y se llegan a creer “autoridad”. Porque hace tiempo, hará más o menos unos tres años que en las redes sociales se balconeó a un diputado del estado de San Luis Potosí que en evidente mal estado mental les grita a unos policías que están cerca de él que él ahí es la autoridad; igual una senadora que hace un berrinche al parecer en el aeropuerto de Quintana Roo al perder su vuelo y le grita a la empleada del mostrador que si no sabe que ella es la salvadora del pueblo porque ha alegado presupuesto para el pueblo quintanarroense y otra sarta de improperios que en su momento se ganó el mote de “lady-senadora”; y así se podrían señalar más ejemplos del mal comportamiento de algunos legisladores como el llamado “niño verde” que, como se dice ni es niño ni es verde o aquel sonado caso a principios de este siglo en donde el entonces diputado Félix Salgado Macedonio dio un buen espectáculo callejero porque, se dijo, no lo dejaron los policías orinar en la calle y él alegaba que como era diputado “tenía fuero” cosa que también gritaba una mujer que lo acompañaba en ese instante. Claro que después en descargo, Salgado Macedonio alegó que lo querían secuestrar –tal vez los mismos policías- y que dizque hasta lo habían drogado, etcétera. Y he aquí el cómo confunden ahora el dichoso fuero político que fue creado para proteger a los legisladores por lo que digan o hagan en tribuna, pero no para orinar en la calle o atropellar a alguien y quedar impunes; y el fuero fue creado única y exclusivamente para los legisladores; sin embargo, hoy en día hasta los regidores se apegan a este fuero malamente.
Ojalá y se les diera un curso a todo legislador y aspirantes a serlo de que son servidores públicos y de que no ostentan ninguna autoridad, que están para servir y no para que les sirvan y que están también bajo las leyes.
Sea pues. Vale
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