REALIDAD EN CONCRETO/"Así fue aquel Tepic..."/Martes 04 de febrero de 2020

A través de los ojos de Bernardo Macías Mora...

Así fue aquel Tepic...






Marco Vinicio Jaime


A su memoria

Las dimensiones de aquella pequeña ciudad de mitad del siglo 20, “el Tepic de entonces”, según dicen los que lo vivieron, apenas rebasaban el perímetro de lo que hoy se conoce como el Centro Histórico: de Avenida Guadalupe Victoria a la Ignacio Allende, y de Prisciliano Sánchez a Juan Escutia.

“Todo era más simple, sin tantas complicaciones, más puro”, cuenta don Bernardo, sentado en la parte trasera por el pasillo del portal de aquella cafetería de la plaza principal. Hombre sereno y gran conversador con poco más de 60 años, pero su memoria se remonta a una edad muy temprana, dice recordar muy bien, pues siempre se ha ejercitado en actividades de fortalecimiento ex profeso: las letras han sido su pasión, agrega: poesía, noticias, crónicas, historia misma. Bebe un sorbo a su café, vertido en vaso térmico, y prosigue: “de niño recorríamos toda la ciudad, calles y zonas, por ejemplo, que ahorita prácticamente no se parecen en nada, vaya, ni el nombre original conservan; de los elementos naturales del paisaje, ni qué decir, fauna, flora, todo se ha ido diluyendo. Que tiempos aquellos, sin duda; así fue pues, aquel Tepic, mi Tepic de la infancia y juventud”.

Y es que el testimonio directo de quienes vivieron la historia, desde su perspectiva, desde su visión, sin los formalismos propios de un ejercicio especializado: más allá del bien estructurado compendio registral oficial o de los cronistas e historiadores, comporta muchas de las veces el dato que da vida y esencia a ese mundo de lo que fue, toda vez que vuelven ellos mismos en su mente en cualquier instante, a la mínima invocación, a ese tiempo, y traen elementos significativos que recrean con fuerza emotiva única lo acontecido.

Así, el relato personal de protagonistas del tiempo pasado, trae consigo la conexión generacional que abre un portal en el tiempo y explica en parte el presente, con la diafanidad de un relato sencillo, ameno, así  como la charla común del que tiene algo o mucho qué decir a la juventud contemporánea, creadora y artífice de un nuevo capítulo.

Manipulando al mismo tiempo un dispositivo electrónico: internet, redes sociales, buscador de contenidos, don Bernardo levanta el rostro y fija su mirada hacia el horizonte, y expresa añoranza, el tiempo en el que la niñez no tenía mayor preocupación que aprovechar intensamente la claridad del nuevo día, sin chats, sin mensajes constantes ni ciberespacio; simplemente despertar, ataviarse “con cualquier cosa pulcra para la ocasión”, ver a la familia, acudir a la escuela, sumergirse en la enseñanza con los condiscípulos, acudir al turno vespertino del aprendizaje infinito de la interacción lúdica,  y trajinar, trajinar por esos caminos, veredas y espacios, sin más noción del tiempo que el regresar a casa, repasar y archivar lo vivido y soñar camino a una nueva aventura.

Intrépido aventurero y acucioso observador del entorno, don Bernardo dio fe de la dinámica poblacional del momento, del quehacer laboral y fuente de manutención familiar, del espacio geográfico y su consecuente composición: del afluente emblemático que atravesó un tiempo épico la ciudad con increíble fuerza hidráulica, alimentando en su rivera una exuberante vegetación y ecosistema, naturaleza viva en ese Tepic de la infancia, que al pasar de los años, fue eclipsando al paso de la modernidad y la adolescencia exigente de nuevas emociones fraguadas en el candor de un punzante código infrarrealista, del subsecuente paso a la madurez y del despertar al presente, recordándolo todo como el sueño que desvanece entre ecos tras la vorágine de una peculiar noche de agudo libertinaje intelectual.

Vuelto ahora también en experto compilador de imágenes del tiempo, cazador de momentos neurálgicos, de mensajes implícitos encapsulados en vívidos retratos de realidades indelebles, don Bernardo recorre sutil el espacio y tiempo de su estampa que se recrea al tiempo de forjar su legado.

Porque entonces queda claro, que “recordar es vivir”, vida que sustenta a la historia viva del testigo directo, plasmada en relato, en los hechos tal como se fue protagonista y antagonista, tal como se interpretó acorde a la cultura e idiosincrasia respectiva, de la infancia tepiqueña, de la juventud perenne en el interior del ser presente y triunfante sobreviviente a través de las décadas mirando al futuro de frente; de este Tepic por siempre y para el registro que ya se emprende y del que viene. 

Hoy martes 4 de febrero de 2020, a tres años de distancia de la plática que sustenta lo anterior, don Bernardo, Bernardo Macías Mora, Cronista de la Ciudad de Tepic, cumple a su vez tres meses de haber cruzado el umbral él mismo hacia la historia: recibió un reconocimiento del Gobierno del Estado, a través de la develación de una escultura en la Plaza Principal, para el recuerdo indeleble de su estancia y su mayor herencia poética, periodística y registral de cara a la posteridad.


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