CUESTIÓN/"Los derechos del animal, obligación de la humanidad contra la maldad 'cultural' "/Lunes 13 de mayo de 2019

Los derechos del animal, obligación de la humanidad contra la maldad “cultural”…


























Marco Vinicio Jaime
Todo bien como todo mal, tiene un origen y consecuente herencia en el devenir de la historia, con un claro desarrollo cultural. Y de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, la Cultura constituye el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, [en un] grupo social”; de tal suerte, que un pueblo o nación, encuentra en su desenvolvimiento cultural, la explicación en gran manera de su presente, tomando como lección imprescindible su pasado, a fin de potencializar capacidades y habilidades, o  en su defecto, su final: minar toda posibilidad de construir un futuro mejor que no comprometa la subsistencia de las generaciones venideras, que es en sí, el pilar del Desarrollo Sustentable, de conformidad con el Informe “Nuestro futuro común” de 1987,  erigido en el seno de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (de la ONU): “el desarrollo sostenible como la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.

Es de ahí, que la herencia cultural, no solo comporta un bien que es necesario preservar para la posteridad; es decir, no todo lo que hoy nos ha llegado en nuestros tiempos como producto cultural, lamentablemente, tiende a enriquecer la cultura y el progreso de los pueblos, según lo establecen los cánones respectivos de la Organización de las Naciones Unidades para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la cual definió en la “Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de 1972, tras la necesidad de identificar parte de los bienes inestimables e irremplazables de las naciones. [Cuya] pérdida de cualquiera de dichos bienes representaría una perdida invaluable para la humanidad entera”; y asimismo, en lo que toca al Patrimonio Cultural Inmaterial (Derivado de la Convención para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial 2003): "Todo aquel patrimonio que debe salvaguardarse y consiste en el reconocimiento de los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas transmitidos de generación en generación y que infunden a las comunidades y a los grupos un sentimiento de identidad y continuidad, contribuyendo así a promover el respeto a la diversidad cultural y la creatividad humana, […] que se manifiesta particularmente en los siguientes ámbitos:

Las tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma como vehículo del patrimonio cultural inmaterial. Las artes del espectáculo. Los usos sociales, rituales y actos festivos. Los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo. Las técnicas ancestrales tradicionales”.

La herencia cultural pues, también comporta muchos elementos negativos, oscuros, “macabros”, que han penetrado desde la más terrible imperfección en el vehículo inherente de la pervivencia con camuflaje de hegemonía institucional, anclado al ego, el capricho dictatorial y la psicopatía de reyes y gobernantes y su séquito minoritario, como antítesis del ideal de las civilizaciones buscado a lo largo de su tránsito en la tierra, en su anhelada inmortalidad: la iniquidad que ciega, envilece y carcome, y que finalmente, en no pocos casos, dicho legado cultural “negro”, ha hecho pedazos y hundido en el ocaso y la inexistencia infinita a potencias gubernamentales, para ser recordadas solo como ejemplo de lo terrible que es caer en manos de la infausta oscuridad.

La violencia, la agresividad, la crueldad del ser humano, “el puño de hierro y los artificios corruptos traducidos en claros pactos de impunidad”, presentes como características preponderantes en mandatos faltos de oficio, malvados con piel de oveja, desde el origen mismo de los tiempos en su alborada, han dado paso a una evidente degeneración psicosocial, fundiendo tristemente lo mismo que es digno de ser patrimonio cultural -por favorecer la evolución intelectual y de valores-, con lo que una civilización infectada alevosamente del virus de la crueldad, percibe como la “satisfacción” temporal a su cada vez mayor incontrolable apetito: un macabro “patrimonio cultural” de muerte, dolor, tortura y destrucción del semejante y de todo ser vivo que le rodea.

Desde el demoníaco perfil descrito en el Génesis de la Biblia, como “Nemrod, poderoso cazador en oposición a Yahvé (cuyo sadismo en la caza y asesinato de animales y hombres por placer y diversión, no tuvo comparación salvo con los ‘Nefilim’ antediluvianos, aquella prole híbrida maldita, concebida por Ángeles malvados que cohabitaron con mujeres)", al sadismo de potencias militares como los asirios, cuya Capital Nínive, ha sido descrita por la arqueología y crónicas especializadas, como ejemplo de tal maldad, agresividad, violencia y crueldad, que sus habitantes no llegaron a concebir en su punto cultural más álgido, más modus vivendi que la violencia y el placer de la destrucción; el maltrato animal ha sido asociado, ya con conocimiento de causa a partir del registro histórico de potencias mundiales sucesoras, como distintivo de su férrea hegemonía, su trastornado ejercicio dictatorial y el alevoso envenenamiento cultural de sus gobernados sin más rey ni ideología que la impuesta desde la cúpula, según se puede percibir en lo que fue en Babilonia, Medopersia, Grecia, Roma y su más que conocida pasión degenerada por el encarnizamiento en el Coliseo: sangre de hombre contra hombre, bestia contra bestia, y hombre contra bestia, a la par del indignante “pan y circo” para la envenenada y eufórica multitud, hasta llegar a la reproducción de esos mismos patrones “culturales” por parte de civilizaciones monárquicas, como lo que hoy es España, y su tradicional fiesta taurina, las peleas entre animales, y de la cobardía de hombre contra animales, que introdujeron con mayor crueldad en el período conocido como la “Conquista”, a lo que hoy es parte importante del continente americano, incluyendo por supuesto, México.

Pero como “a toda acción tiende una reacción”, tal herencia cultural también trajo aparejada la maldición que extinguió a sus primigenias civilizaciones practicantes, de tal suerte que hoy la violencia, la criminalidad y la destrucción del tejido social, ha sido en gran parte producto de eso que perversa como equívocamente no pocos sistemas de gobierno contemporáneo han insistido en preservar y ejercer, emulando a la antigua Roma, en su oscuro afán de pasar a la historia como el tristemente célebre recordado Nerón,  de quien se dice, llegó a ufanarse: “Encontré Roma vestida de ladrillos, y la dejé vestida de Mármol”.

No obstante, también conscientes de esa maldición “cultural”, organismos, instituciones civiles, y muchos más que han decidido dar la lucha por preservar lo que comporta un verdadero Patrimonio Cultural, han encontrado eco, y han logrado grandes victorias, reconocidas por la ONU, como la “Declaración Universal de los Derechos del Animal”, elevando así el inalienable derecho a la vida de todos los seres vivos, a obligación institucional e internacional, sea cual sea la latitud: “15 de octubre celebramos la Declaración Universal de los derechos de los animales. Adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animal y las Ligas Nacionales afiliadas en la Tercera reunión sobre los derechos del animal, celebrada en Londres en 1977. Fue aprobada por la UNESCO y posteriormente por la ONU”.

Cuando menos, justo es decirlo, en lo que toca a México va de común acuerdo con lo que en la Constitución General de la República, establece como obligación del Estado en la educación que debe impartir a la sociedad, al igual que en la particular del Estado de Nayarit, en su apartado de derechos de los niños: “a crecer en un ambiente mejor: sano y saludable”, libre de maldad, maltrato y violencia.

Es curioso que la “Declaración Universal de los Derechos del Animal”, esté publicada en el portal de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), del Gobierno Federal, y por tanto sea elemento primordial en la meta correspondiente de la denominada “Cuarta Transformación”, para que el propio Ejecutivo Federal, Congreso de la Unión, gobiernos de los estados, municipios y congresos locales, puedan acceder y estar debidamente formados e informados: https://www.gob.mx/semarnat/es/articulos/declaracion-universal-de-los-derechos-de-los-animales?idiom=es 

Este en un fragmento de ella: “DECLARACIÓN UNIVERSAL
DE LOS DERECHOS DEL ANIMAL

PREÁMBULO: 
Considerando que todo animal posee derechos.

Considerando que el desconocimiento y desprecio de dichos derechos han conducido y siguen conduciendo al hombre a cometer crímenes contra la naturaleza y contra los animales.

Considerando que el reconocimiento por parte de la especie humana del derecho a la existencia de las otras especie de animales constituye el fundamento de la coexistencia de las especies en el mundo.

Considerando que el hombre comete genocidio y existe la amenaza de que siga cometiéndolo.

Considerando que el respeto del hombre hacia los animales está ligado al respeto de los hombres entre ellos mismos.

Considerando que la educación implica enseñar, desde la infancia, a observar, comprender, respetar y amar a los animales


Artículo 1º.-'Todos los animales nacen iguales ante la
vida y tienen los mismos derechos a la existencia.

Articulo 2º:
a) Todo animal tiene derecho a ser respetado.
b) El hombre, en tanto que especie animal, no puede
atribuirse el derecho a exterminar a los otros animales
o explotarlos violando su derecho. Tiene la obligación
de poner sus conocimientos al servicio de los
animales.
c) Todos los animales tienen derecho a la atención, a
los cuidados y a la protección del hombre.

Articulo 3º:
a) Ningún animal será sometido a malos tratos ni a
actos crueles.
b) Si la muerte de un animal es necesaria, debe ser
instantánea, indolora y no generadora de angustia' ”.

En consecuencia, es de resaltar lo que indica pues, el artículo  3º de la Constitución General de la República, párrafo segundo: “La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente, todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia”. 

En tanto que el Numeral II, inciso C,  de este mismo artículo agrega: “Contribuirá a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos”.

Así, la educación entonces que se persigue en la ley, se finca en un enfoque por competencias, en una educación para la vida, o lo que es lo mismo: “Adquirir conciencia del espacio, reconocer una pertenencia espacial, valorar la diversidad espacial, asumir los cambios en el espacio, saber vivir en el espacio”. Y siendo de esta forma, se podrá dar paso con mayor facilidad a lo establecido en el  Artículo 4º, párrafo V: “Toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar. El Estado garantizará el respeto a este derecho. El daño y deterioro ambiental generará responsabilidad para quien lo provoque en términos de lo dispuesto por la ley”.

Asimismo, la Constitución Política del Estado de Nayarit, menciona en el Artículo 7º, fracción XIII, numeral 3: “Los niños, las niñas y los adolescentes tienen derecho a vivir y crecer en forma saludable y normal en un nivel de vida adecuado para su desarrollo físico, mental afectivo, moral y social, en el seno de la familia, la escuela, la sociedad y las instituciones, así como a ser protegidos contra cualquier forma de maltrato, perjuicio, daño, agresión, abuso, o explotación. En condiciones de libertad, integridad y dignidad; por lo que las leyes que se promulguen para tal efecto, deben de atender al interés superior del menor”.

Vale la pena entonces reflexionar: “¿Qué es [realmente] el patrimonio cultural de una sociedad? [Sin duda] es el conjunto de bienes tangibles e intangibles, que constituyen la herencia de un grupo humano, que refuerzan emocionalmente su sentido de comunidad con una identidad propia y que son percibidos por otros como característicos. El Patrimonio Cultural como producto de la creatividad humana se hereda, se transmite, se modifica y optimiza de individuo a individuo y de generación a generación”, según la definición oficial de la UNESCO. 

Y, en consecuencia: “¿Qué [es realmente] el patrimonio cultural inmaterial?
[Sin duda] el Patrimonio Cultural Intangible e Inmaterial constituye el patrimonio intelectual y el sentido que hace única a una comunidad, como las tradiciones, la gastronomía, la herbolaria, la literatura, las teorías científicas y filosóficas, la religión, los ritos y la música, así como los patrones de comportamiento que se expresan en las técnicas, la historia oral, la música y la danza”. 


¡Nunca jamás, lo será entonces, la muerte, la crueldad, la tortura de seres vivos, como resultado de caprichos personales, de diversión psicopática de minorías de cúpula o de regímenes en turno! ¿Cabrá la posibilidad de que el Congreso local, reflexione, medite y rectifique su postura en la recién aprobada iniciativa del Ejecutivo de declarar Patrimonio Cultural “las corridas de toros, las peleas de gallos, y el maltrato de ganado caballar dentro del marco de la charrería”? Es tiempo de un cambio de fondo, de restablecer el tejido social, de trabajar verdaderamente sin simulación ni mentira, por el bien de todos los seres vivos. Por el derecho a la justicia: “Por el derecho de vivir en paz”. 



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