Entre la devastación y la caducidad política, el escabroso camino al 2021
Lily Cayeros
Con las elecciones intermedias del 6 de junio del 2021, se sabe que México consumará el proceso electoral más grande de su historia, al renovar la Cámara de Diputados en su totalidad, además de elegir congresos locales en 30 estados, más de 1900 municipios, y 15 gobernadores - entre ellos Nayarit - contando así con el padrón electoral más cuantioso hasta ahora, al superar los 95 millones de votantes, es decir, existe un incremento del 6% en relación a las elecciones del 2018, de acuerdo a los últimos estudios.
Mientras tanto, la crisis sanitaria por COVID-19, ha dejado, sin duda, un verdadero reto histórico para las autoridades electorales, en relación a lo que representa un panorama complejo e incierto tras la pandemia: organizar, mantener orden bajo un entramado normativo de nuevas reglas del juego, y superar con éxito la consabida pugna por influir en las decisiones del árbitro electoral desde el exterior, por parte de fuerzas que pudieran ver en la democracia y la legalidad un obstáculo para sus fines e intereses; a efecto de ser garantes de una decisión mayoritaria que se respete y enriquezca a su vez lo ganado en el arduo camino de la democratización en México.
En la actualidad, los partidos políticos no gozan de una buena credibilidad de cara al ciudadano. Por el contrario, hemos sido testigos de un desgaste significativo de confianza ciudadana. Antes de la pandemia, fue clara su mermada capacidad para entender el desarrollo de las demandas y necesidades de la sociedad, y en consecuencia para dar realce a su razón de ser como entes de interés público en la consumación de vías eficaces de acceso a la representación cabal del pueblo en el ejercicio del poder. No alcanzaron a entender ni “su tiempo”, ni “sus circunstancias”. Y hoy, en la avasallante “nueva normalidad”, tras la devastación sanitaria, económica y productiva, el desafío se torna doble: cambio de reglas y prioridades, obligado entendimiento contracorriente (de capacitación y actualización) y de sucesiva estructuración de estrategias que se cristalicen en la postulación de perfiles aptos, preparados y con una clara visión de lo que entraña conducir a cada ciudadano por el sendero de una incierta y amenazante “nueva realidad”.
De acuerdo a la encuesta elaborada a finales del mes de abril por el periódico El Financiero, los partidos tradicionales llegarán a la carrera electoral en su peor momento en cuanto a intención del voto para Diputados Federales: MORENA con apenas el 18 %, seguido del PAN con un 10 % y el PRI con tan solo el 8 %.
Para el Consultor y Analista Internacional Erick Lobo, resalta una gran verdad: "En la actualidad todo parece indicar que los partidos de oposición harán un enorme esfuerzo en buscar alianzas estratégicas que permitan lograr el objetivo de quitarle al partido oficialista la mayoría en la Cámara de Diputados". Y no se equivoca al mencionar las dimensiones del desafío: “enorme”, puesto que es un hecho que una oposición que desdibujó su actuación en la incomprensión de su propio papel como observadora analítica, crítica y constructiva permanente de alternativas de mejora a los graves flagelos de la nación, y más aún ahora de entender la prioridad del ciclo post Covid-19, no tiene más opción que unificarse y apostar al desgaste del partido en el poder.
"Serán 15 las entidades -agregó el Consultor- que tendrán elecciones de gobernadores. Los resultados de muchas encuestas (entre ellas Demoscopia Digital), muestran una significativa preferencia del electorado por el partido MORENA. De concretarse la victoria de ese partido en al menos 10 de las 15 elecciones estatales, pasaría a gobernar a un total de 16 estados, es decir, la mitad del país. Siendo el partido PRI el más perjudicado. Serán multiples factores que incidirán en las elecciones estatales. Influirá en el voto la labor ejercida por cada ejecutivo estatal a lo largo de su gestión en temas como el empleo, la inseguridad y la salud por la pandemia del COVID-19".
Es por ello, que hoy más que nunca se requiere adaptarse a los nuevos tiempos y desafíos que esto conlleva, tras el paso abrupto de la epidemia por Covid-19 que vivimos y que lo cambió todo en nuestro país.
Erick Lobo en su análisis ante las elecciones intermedias del 2021, puntualizó que "lo que hemos estado presenciando son posturas que apelan a los mismos conceptos y discursos de gobiernos pasados ya deslegitimados, con los mismos actores –muchos de ellos con décadas en la escena política-, sin que se abra paso a nuevos liderazgos. En los principales partidos de oposición no ha cristalizado una agenda de cambio, innovadora y moderna, que sea el punto de partida para acciones que permitan un nuevo acercamiento al ciudadano, recuperando la confianza, sobre todos de las clases populares. Triunfar en las elecciones intermedias del 2021 no será tarea fácil para la oposición el próximo año, incluso para los nuevos partidos que intentarán simplemente sobrevivir".
Qué pasará entonces con los esquemas actuales de ejercicio gubernamental, con los partidos, con sus futuros candidatos, ¿habrán de superar el reto más grande, que es el de primero confrontarse a sí mismos, autoevaluarse, diagnosticarse, consensuar su necesario y urgente fortalecimiento y adaptación a la nueva realidad con los mecanismos requeridos y adecuados de expertos para superar la tentación de la improvisación?
Veamos entonces si se aprovecha la oportunidad para mejorar, unificar y hacer frente con éxito a la reconstrucción que exige el presente y la consumación de un futuro mejor para todos, o seguimos en los mismos “conceptos y discursos” de gobiernos pasados, para descrédito no solo de una clase política y gobernante que sucumbe a pasos agigantados frente a la hecatombe que dio origen a una realidad totalmente distinta, sino en perjuicio de una sociedad anhelante deveras de creer que no todo está perdido. Atentos y en marcha.
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