Recuperación económica en México, ¿factible en el corto plazo?
En reciente gira de trabajo por el sur del país, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, se mostró optimista y aseguró que existen condiciones para que el país comience a recuperarse económicamente a partir del próximo mes de agosto, puesto que, según las proyecciones en su haber, “ya se tocó fondo en abril con la pérdida de 555 mil empleos, 340 mil en mayo, y 28 mil en junio, en tanto que en el presente mes de julio, no se ha registrado mayor desempleo”, y así confió iniciar agosto, a la par de “una tendencia a la baja en contagios y decesos por Covid-19 en algunos estados”.
De conformidad, la confianza del Mandatario, como ha sido tradicional en no pocos de sus mensajes en momentos coyunturales, se finca una vez más contra todo pronóstico, toda vez que la medición de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial, han previsto que la actual crisis a partir del “Gran confinamiento”, es la más más severa desde la “Gran depresión de 1929”, y en consecuencia para el caso de México, su impacto se percibe en un severo decremento del Producto Interno Bruto (PIB), por arriba del siete por ciento, aunado a la alarmante cantidad de desempleados, 12 millones (contabilizados a su vez por el INEGI), y 16 millones que se sumarán a la pobreza.
Y para poder tener una aproximación de los verdaderos efectos que ha dejado la pandemia, basta con observar las dimensiones del acuerdo tomado los últimos días por los 27 países miembros de la Unión Europea, calificado de histórico: el uso de 750 mil millones de euros, que reforzaría asimismo los paquetes presupuestales de recuperación que cada país en lo individual aprobó en su momento, sin escatimar estrategias ni recursos, muy superiores -proporcionalmente- a los que México pudo haber aprobado para un impulso contracíclico de sus propios sectores productivos, de apenas el 1 por ciento del PIB, y a contrapelo incluso de su renovado “socio comercial” del norte, Estados Unidos, que con más de dos billones de dólares, superó el 10 por ciento del PIB.
De igual forma, la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha reconocido que la pandemia aún dista de estar controlada, o que vaya a la baja, fundamentalmente en América Latina que, en la usencia de vacuna, se ha convertido desde algunas semanas en epicentro del mal, teniendo a México entre los primeros lugares con mayor índice de muertes y de contagios en el mundo. De ello, el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud del Gobierno Federal, Hugo López Gatell, habló sin más que en efecto, la evolución de la pandemia se genera a un ritmo que hace imposible medirla a cabalidad y con la precisión exacta con los actuales mecanismos de sondeo, de ahí que solo sea posible contar con un estimado -que es el que se da a conocer de continuo en la conferencia vespertina- que pudiera ser tres veces menor que la cantidad real.
No obstante, más allá de las cifras, está la realidad de un pueblo en sus diferentes sectores, que ha sido testigo y blanco directo de los efectos de una contraproducente y peligrosa descoordinación entre la federación y las entidades federativas, de división, confrontas politiqueras con tintes futuristas y de una lucha abierta ya por el poder de cara a la renovación del 2021 -donde un hecho es claro: mientras el pueblo siga siendo rehén de pugnas electoreras, no habrá ganadores, y menos bajo los nuevos cánones de la “nueva normalidad”, que ha impuesto una nueva realidad en el ejercicio, búsqueda y conservación del poder-; lo que se evidencia precisamente al día 56 de la denominada “nueva normalidad”, con claroscuros, desacuerdos y más dudas que certezas tocante al flujo informativo del semáforo epidemiológico, que no pudo escapar de señalamientos de uso “político” y con fines personales por parte de la Secretaría de Salud.
Mientras tanto, tal escenario se ha reflejado lamentablemente en esfuerzos y resultados insuficientes de cada orden de gobierno, que si bien, algunos han tratado de mantener un ritmo constante de comunicación con la federación, la ausencia de transversalidad no ha permitido que los acuerdos y operatividad pactada tenga cobertura en todo ciudadano necesitado de cada rincón de la geografía nacional. Y justo es decirlo, la capacidad de respuesta en cada entidad federativa, como Nayarit, llega a tener un impacto menor en relación con las crecientes demandas y carencias de la población. En la ausencia pues de mecanismos integrales de comunicación, interacción y seguimiento constante y periódico de las acciones emprendidas, se ha dejado sin cobijo a diversos sectores, entre ellos incluso el que es pilar de la propia comunicación. De ahí que la adhesión y la credibilidad ciudadana a los constantes llamados a comprender la gravedad del mal, comporte hasta ahora un reto titánico, más aún, ante muestras de incongruencia y excesos de funcionarios que han puesto en entredicho la calidad moral misma de lo que se propugna.
Por lo cual, es urgente primero, sentar las bases con hechos de probada eficacia para asegurar que todo esfuerzo por emprender recuperación económica -desde el corto plazo, tal como asegura el Presidente de la República-, pueda verse cristalizado con transversalidad, en la conjunción estratégica basada en una sola meta de beneficio directo para la población. ¿Qué tan difícil pues será el consumar un gran acuerdo desde el plano federal, que logre por fin superar la polarización y la división vigente, para dar paso a una verdadera unificación que atienda la prioridad ineludible y que por ley debe constituir la razón de ser de todo el sistema político-gubernamental, que es preservar la vida, la salud y la subsistencia de todos los mexicanos? Veremos entonces, que sucede finalmente.
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